Tengo el pecho grande. Esto no es algo extraño cuando una no es precisamente una modelo esquelética ni menos una anoréxica al borde de la muerte. Es más, les viene a la mayor parte de las mujeres con los quilos esos de pesar, no los que cuesta la operación plástica.
Como a todas, este tamaño me aumenta un poco antes de la menstruación, pero empiezo a preguntarme si este mes no ha sido demasiado.
Y es que me he levantado por la mañana y me he asustado. Una está acostumbrada a verse en unas dimensiones y claro, del impacto me he mareado. Me he duchado y no me he visto los pies. Cuando me fui a poner el sujetador me apretó un montón. Mis pezones se han vuelto rebeldes y en nada que me mueva se escapan del aprisionamiento. En el transporte público no contolaba las distancias y le he alegrado el día a más de uno. Las compañeras de la aerolinia me han acorralado para conseguir el contacto de mi cirujano “¿Es verdad que es más barato en Méjico?”. Pero lo peor es que, cuando con la cabeza con un bombo me he pasado a por aspirinas, la farmacéutica me ha obligado a llevarme unos discos de lactancia porque “hay que tener de sobra en casa”.
Eso sí, no me he comido un rosco.
Crecimiento de pecho que la mano no cubre, no es teta sino ubre.
Sección: 3ª Temporada, Jackie Brown |
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