Cumbia, salsa, merengue y chachachá: ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?

Hoy en día das una patada a una piedra y te sale una clase de salsa. Quien más y quien menos se ha aprendido un par de pasitos, aunque sea para hacer el ridículo por televisión y cobrar una pasta. Parece ser que los propietarios de los bares supieron aprovechar el filón y han montado locales de salsa donde, con un par de copas de más, confraternizan peligrosamente alumnos, profesores y caribeños y que, esto es lo que nos interesa, es el peor sitio para llevar a una lesbiana.

¿Por qué el peor? pues para empezar por el atuendo requerido: Zapato de salón con kilométrico tacón de aguja ¡ARRG!, una espantosa falda con vuelo para que las vueltas queden “vistosas”, medio bote de laca para que en las mismas el pelo no golpee hasta la muerte a la pareja de detrás y, si una ya está dispuesta a ir hasta el final, pintarse como una puerta incluyendo por supuesto prefilador de labios oscuro que más bien parece un bigote.

Pero una lesbiana valiente no se rinde ante una pequeña incomodidad de atuendo. Una vez en el local, nuestra incansable convencerá a su amiga hetero, causa de haber pasado por el tortuoso ritual anterior, para esconderse en esquina discreta e intentará emborracharla a ver si por fín cae. Lo malo es que, cuando la amiga esté a punto de caramelo, irrumpirán sin piedad todo tipo de babosos reclamando a la hetero, y con la excusa de “queda muy mal decir que no” (vaya, cuando le pediste un pico no estaba tan diplomática), se largará medio borracha para que sea el salido de turno el que, con la excusa del baila, le meta mano descaradamante ante nuestros atónitos ojos.

El inesperado contratiempo sólo es el comienzo de una espiral de desastres. Ahora es cuando viene el Neanderthal de turno a sacarnos a bailar: “Rueda. Faltar mujer. Tú venir”. Que es lo que pasa en estos sitios cuando eres negra, que te confunden constantemente con una cubana bailonga, y si el tipo es un Escandinavo de dos metros oliendo a vodka barato que tira violentamente de tu brazo.. o le sigues la corriente hacia la pista, o te pones a explicar ínfimos detalles geográficos y te quedas manca. Total, enseguida te vas quedar la mar de agusto al vengarte y partirle “accidentalmente” un par de dedos del pie. Jejeje (risa maléfica) va a ser que este tacón sirve para algo.

Lo malo de esta técnica es que no sirve cuando el alcohol del tipo ha llegado al grado anestésico, el escandinavo ni se enterará hasta que el día siguiente no pueda caminar, así que de todos modos nuestra protagonista no tiene más remedio que quedarse a bailar la dichosa rueda. Las Ruedas de Casino para una lesbiana son, hablando en plata, el infierno entre los infiernos. Porque en esta modalidad de Salsa, si bien hay cambios de pareja y se acaba sobeteando a la mitad de las chicas del local a la voz de “¡Dame uuuuuna!”, “¡Y dame oooooootra!” e incluso “¡Con la veciiiiina!”, tiene el inconveninete en nuestro caso de ser un privilegio reservado a hombres. Por culpa de este detalle, nuestra bollo debe observar cual Tántalo cómo las chicas pasan alegremente de mano en mano sin que a ella le toque ninguna, a la vez que aguanta estoicamente, o en su defecto lo mejor que puede, que se le restreguen todo tipo de machos en celo.

Pasos básicos de la Rueda de Casino


En fín, que no hay nada como el ambiente. Aunque lo mismo presento una instancia en mi bar de chicas habitual para que celebren una noche de salsa. Siempre va bien un toque novedoso. Ya que he aprendido, lo mínimo es rentabilizarlo y si puede ser con una rubita muy mona que ya tengo fichada.. mejor que mejor, digo yo. Bueno, ahora que lo pienso también hay un inconveniente al plan.. con lo complicadas que somos las mujeres ¿cómo decidimos quién es la que lleva?