Carreteras rurales

Que levante la mano quien sea de pueblo y haya tenido a Boris Izaguirre como único contacto con el mundo homosexual durante toda su vida.

Vale, yo estoy levantando la mano y no veo a través de la pantalla pero seguro que somos unas cuantas. Pues cómo son las cosas, y cómo están cambiando sin darnos cuenta. Pero cada vez que vuelvo a casa (por navidad o porque la morriña nos llama) me encuentro más armarios abiertos.

Y la última fue enterarme de que han abierto un pub de carretera de ambiente al ladito del pueblo, en el km 9,5 más exactamente. ¿Y cómo se llama el bar? " El 9 y medio", como no, para qué pensar más. Pues el jueves me fui para allá a ver como están las cosas por el condado, y allí me encontré a la flor y nata del valle.

Luces tenues. Madonna de fondo. Hombres, muchos. Mujeres, menos. La verdad es que vi poco conocido, debe ser que llega gente de 100 km a la redonda. Pero allí estaba ella, "la vecinita" de toda la vida que me torturaba en las tardes de verano, que rompía mis cromos y la que cogió mi bici durante 2 meses sin pedir permiso. La típica matona, vamos.

Se acercó lentamente en cuanto me vio entrar y yo pensé en mi coche. Aparcado afuera. Si corría me daba tiempo, pero si ella me pillaba igual me quedaba sin coche. La indecisión me hizo quedarme paralizada, ella clavaba su mirada en mí, se acercaba y el suelo retumbaba a su paso. El trabajo en el campo había hecho mella en su cuerpo, me podía aplastar con un dedo.

Tragué saliva y intenté sonreir. Ella se paró, levanto el brazo y vi a cámara lenta como la mano, cortando el aire, acabó con un golpe en mi hombro. Plas!!!!

-¿Qué pasa, Clo-clo?? ¡Cuánto tiempo sin verte!
-Si, jeje, mucho. Aquí estamos.
–Me dijo la Patri que estás por Coñolandia, ¿y qué tal?
–Sí… (lo más lejos de ti) es que allí no desaparecen bicis. (dior… la he cagado)

Silencio sepulcral… Se ve una mueca en su cara… -Jajajajaja!!! ¿Todavía te acuerdas de eso? ¿Pero no me guardarás rencor? Venga que te invito a algo para compensar.

Aluciné, la verdad. Me invitó a varias rondas y la verdad es que nos reímos mucho, pero empecé a preocuparme a partir del cuarto cubata. Me miraba de manera muy… ejem, eso. Y una tiene un límite, además nunca podré olvidar que rompió delante de mí el cromo de Stoichkov, ¡¡Stoichkov!!

En fin, guardé las distancias, me negué a bailar el WMCA y me fui a casa en cuanto pude pilotar.
Lo que es la vida, chicas. ¡Y la vida que hay en los pueblos! Simplemente hay que saber mirar. Por cierto me dio su teléfono para la próxima… ¿¿Quién sabe?? Del amor al odio sólo hay un paso… jaja, ¡NO!