Como adaptarse en la jungla...

Desde hace ya casi dos años que he venido a coñolandia, y aun me cuesta adaptarme, al menos de una forma natural, sin verme envuelta en situaciones surrealistas que al mismísimo Dalí impresionarían.
Los fines de semana se convierten en puros circos, a los cuales asisto con todo el entusiasmo y la participación que se debe.
No me cuesta verme esposada en una cama mientras un chico de mantenimiento arregla la ventana de mi compañera, al fin y al cabo tan solo vería esa escena con la que miles de tíos sueñan alguna vez.
No me cuesta saber que su madre siempre llama mientras follamos, o que mi padre opina que es muy atractiva.
Tampoco me cuesta ver que una amiga sea capaz de bajarse los pantalones y mear en plena pista de baile de uno de los pocos antros que frecuentamos, mientras las amigas de Enid Aton miran perplejas. Ni que esta misma evacue a medio metro gritando “viva Camarón, abajo la monarquía”.
No, nada de esto me cuesta. Lo que mas me cuesta es la falta de buena fruta, los pinchos de los bares y que mi perro no me robe las bragas por las mañanas.