Cajas y más cajas...

A veces te apetece viajar, sin nada más que lo que llevas encima...salir corriendo a esconderte detrás de otro país, otra ciudad... a veces incluso otra calle. Cualquier cosa que sea un cambio y haga que la sangre de las venas se congele y te sientas con vida de nuevo.Hay días en los que tienes la cabeza desordenada como un viejo almacén, donde todo está ahí por miedo a tirar algo que finalmente resulte importante. El polvo cubre cada rincón, la bombilla está fundida y te ensucias mientras te pierdes entre los pasillos buscando algo que no sabes ni como es, ni donde puede estar... Finalmente te detienes e intentas escuchar el blanco del silencio entre el estruendo de tus propias palabras. Con un nudo en la garganta y otro en las muñecas, mirando al suelo sin entender quien te ató y porqué no te deja gritar.
En tu almacén hay muchas cosas, cosas buenas, cosas malas, cosas que no son ni buenas ni malas... juegos, atrezzo y el decorado en el que vives ahora. De repente te ves dando un beso y lo sientes en los labios, tal vez no hace tanto de eso...Al segundo, te ves gritando sin tener razón y te duele porque ahora entiendes que te equivocabas. Después descubres cosas que siempre han estado ahí pasando ante tus ojos a demasiada celeridad para que tu mente las intuyera, y sientes ira... lógico. Entonces entra el miedo, todo el mundo tiene miedo aquí. Y quisieras salir, verdad? Volver a tu ordenado caos, donde por lo menos puedes elegir dormir para calmar las dudas. Piensas lo genial que sería poder vaciar ese almacén y quedarte sólo con el beso.
Despierta, es imposible. Aunque porqué? Sólo porque tu no puedes hacerlo?