Caperucita roja

Había una vez una chica, la llamaremos Capuru por eso de las confianzas, que estaba haciendo, muy aplicada ella, sus deberes de Química. En estas su madre la llama para que vaya a llevarle a su abuelita las pastillas de la hipertensión:
- Caperu, llévale a tu yaya la medicación, que está medio senil y ayer se la dejó en el piso.
- Joer mama, ves tú, yo estoy haciendo los problemas de aplicación de las celdas galvánicas.
Pero al final Caperu tuvo que ir, por supuesto. Cuando salía por la puerta su querida madre le advirtió sobre el peligroso Lobo, un joven motero vendedor de maría y preñador profesional que andaba por el barrio. Como buena hija que era Caperu dio un pedazo de vuelta tonta para evitar el radio de acción del temido Lobo. Por el camino se encontró a una preciosa joven, la llamaremos María por eso de la originalidad, simpática, divertida, de buena familia y sin adicciones conocidas a parte de los sudokus. María y Caperu conectaron en seguida, pasearon un poquito, hablaron de casi todo, fueron a tomar café y gastaron un buen rato en los lavabos del bar haciendo una serie de cosas que no voy a explicar ahora mismo porque (recuerdo) esto es un cuento infantil. Al final se les hizo tarde, la abuelita debía estar ya con la tensión en Candanchú y Caperu tenía que irse, pero como nuestras tortolitas no querían despedirse todavía esta le propuso a María que la acompañara a casa de su yaya. Craso error, a las señoras de una cierta edad es mejor no molestarlas demasiado, y más aún si están enganchadas a CSI las Vegas:
- Caperucita, Caperucita, que amiguita más guapa tienes….- comentó la abuela, nada más verlas entrar por la puerta-
- Es una compañera de clase, yaya.- se salvó ella –
- ¿Y cómo es que vais tan despeinadas las dos?
- Hace mucho viento en la calle, abuela.
- Tienes un botón de la camisa roto.
- Pero que mucho mucho viento…
- ¿Y esa mancha que llevas en el cuello?
- Es un morado; me caí corriendo, yaya.
- Caperucita, pero si tu no corres ni para coger el tren….
En este momento la pobre protagonista de esta historia deseó poder esconderse dentro del estómago de un mamífero carnívoro cualquiera, por suerte María fue rápida y salió de allí pitando.
Y bueno…cuento contado, cuento acabado. No, no tiene un final romántico, pero es que Caperucita Roja no es un cuento de amor, sino un cuento se supervivencia en situaciones extremas, esas situaciones en que debemos enfrentarnos a unos seres terroríficos: nuestras abuelas.